Costa Rica ha sido de manera histórica un ejemplo en materia de convivencia ciudadana, sin embargo hoy día y frente a dicho tema, las estadísticas y los climas de opinión indican que en nuestro país las cosas están cambiando de manera bastante acelerada. Es muy notorio, cómo la armonía social se ha quebrado significativamente en algunos puntos y se ha convertido poco a poco, en un contenido de debate público y de alta preocupación para toda nuestra nación.
En términos generales, la seguridad ciudadana se ha visto afectada por nuevos escenarios y nuevas plataformas que han fortalecido los delitos, lo cual los ha diversificado y ha generado un mayor alcance de sus impactos, generando de esta forma, una gran pérdida de paz ciudadana.
De igual manera, los intercambios sociales se han modificado y están utilizando nuevos mecanismos de interacción donde, los derechos humanos, los intereses y las posiciones de la ciudadanía, se han desencontrado de una manera cada vez más frecuente, generando así climas de alta tensión frente al otro, específicamente, frente al distinto.
Lo anterior nos deja en una eminente necesidad de volver a recuperar la paz y de hacer las paces entre ciudadanos y ciudadanas, donde la primera tarea claramente se resuelve desde una estrategia nacional que incorpore a los tres poderes del estado, que ofrezca de manera oportuna factores protectores y que reduzca los factores de riesgo de los sucesos violentos. La segunda tarea, solo puede iniciar desde una estrategia mucho más interna o en otras palabras, mucho más personal.
Para recuperar la paz y hacer las paces, hacen falta todos los actores de la vida social (instituciones públicas, organizaciones internacionales, academia, sociedad civil, sectores empresariales, medios de comunicación, espacios comunitarios y espacios familiares) los cuales, influyen en la reducción de la violencia en la medida que puedan generar acciones integrales y colectivas; no podemos olvidar que todas y todos somos responsables de la escalada que lleguen a sufrir los conflictos, desde el reenvío de imágenes ofensivas, desde la violación de las normas básicas de convivencia, desde la actitud que tengamos al sentarnos frente a un volante.
Se sostiene que para resolver las situaciones conflictivas, reconstruir las relaciones deterioradas y reconciliar a ciudadanos y ciudadanas para la generación del diálogo social, se hace imperativo propiciar acciones constantes de información, discusión y por supuesto, de sensibilización frente al distinto; es imposible construir la paz como país si no nos comprometemos a construirla de manera interna, familiar y comunitaria.
El 2017 nos hereda 605 homicidios con una proporción de víctimas de sexo masculino mayor, de 10 a 1, donde mueren 10 hombres y 1 mujer en el mismo período, 26 femicidios, 5.308 imputados(as) y 4.837 ofendidos(as) en materia de violencia doméstica, 30.975 casos de violencia entre estudiantes, 739 intentos de suicidio y 458 muertos en accidentes de tránsito, lo anterior sin contar otros numerosos ataques que violentan a diario nuestra convivencia y que impiden el disfrute de nuestros derechos, propiciados por la xenofobia, homofobia, racismo, discriminación por temas de género, religión, condición social, entre otras muchas agresiones que se manifiestan a diario en nuestras interacciones, ya sean estas físicas o digitales.
Lo anterior no es gratuito, sino que obedece en muchos de los casos, a cambios sociales que como costarricenses estamos viviendo, reducción de recursos disponibles, nuevas formas de obtener información de interés, nuevas formas digitales de interactuar, debilitamiento de vínculos familiares y sociales, pérdida de sentido de comunidad, debilitamiento en nuestra capacidad de conversar, encerramientos forzosos en nuestros hogares, abandono de espacios públicos, y claramente descuidos frente al tema de nuestra salud mental, tema no menor en este escenario, y donde la ansiedad y la depresión fueron las grandes protagonistas en las consultas de Psicología y Psiquiatría del 2017.
El Ministerio de Justicia y Paz, en conjunto con muchas otras instituciones amigas y en consorcio con gobiernos locales, elabora proyectos y programas que han beneficiado, sólo en los primeros 6 meses de este año, a más de 40.000 personas de manera indirecta, y de manera directa, a más de 2.500 ciudadanos y ciudadanas, sin embargo, eso no alcanza si la búsqueda de paz de no viene de nosotras y de nosotros mismos.
Debemos reconocer que cada persona violenta expresa sus propias conflictividades internas y las deposita en otra, y que cada persona violentada corresponde a una derrota para nuestra sociedad. La seguridad necesita a la convivencia para fortalecerse, y en ese ámbito, todos y todas tenemos una cuota de responsabilidad por cada palabra que ofende, por cada discriminación que aflora y por cada puñetazo que se dispara. La ruta de la violencia se toma cuando no vemos más caminos, cuando el grito insultante sustituye al diálogo y cuando las diferencias son el motivo del odio. Necesitamos como sociedad, recordar cómo hablar el lenguaje de la paz.