Rónald Salgado vivió durante 23 años el flagelo de la drogadicción, el mismo que lo separó de su hijo, quien ahora tiene 18 y ni siquiera conoce.
Apenas tenía 17 años cuando Rónald comenzó de lleno un camino que lo llevó, incluso, a cometer delitos como la venta de drogas y robos que lo tienen detenido en el Centro de Atención Institucional de Liberia.
No ha sido la primera ocasión en que ingresa a una cárcel, pero desde hace un año el sistema penitenciario le brindó la oportunidad, junto con otros compañeros, de formar parte de la Comunidad Terapéutica Monarca.
El proyecto inició para atacar el consumo de sustancias psicoactivas en la población privada de libertad sentenciada de Liberia. Fue inaugurado el 15 de abril del 2016 por el presidente de la República, Luis Guillermo Solís, y la ministra de Justicia y Paz, Cecilia Sánchez, con el apoyo del equipo técnico del CAI Liberia.
El viernes anterior, se presentaron los resultados del primer año de atención a más de 70 privados de libertad que han pasado por allí. Actualmente, se mantienen 42 sentenciados.
“Creo que ni yo mismo me reconozco. He aprendido a aceptar muchas cosas que estaban mal en mí. En este año, acepté mi condición de adicto y que necesitaba ayuda, hacer algo con mi comportamiento y mi forma de pensar”, asegura Rónald con el entusiasmo de seguir adelante.
La Comunidad Terapéutica vino a formar una red interinstitucional de apoyo para dar una intervención en drogodependencia. En marzo del 2016, se seleccionaron 42 casos para iniciar un proceso de atención interdisciplinaria, de manera voluntaria, los cuales fueron trasladados al módulo de baja contención C6.
El reto fue enorme, tanto para el personal técnico, como para la seguridad institucional. A partir de allí, comenzaron a recibir atención en proceso de transformación, empoderamiento, construcción de esperanza, experimentación del cambio y consolidación del proyecto de vida.
El abordaje incluyó actividades socioculturales, deportivas, lúdicas y recreativas, además, atención terapéutica individual y grupal, terapia ocupacional, grupos de autoayuda, educación y capacitación, red comunal y familiar y el apoyo espiritual y consejería.
Desde esos ejes, se trabajó en la modificación del estilo de vida, control de estímulos, manejo de ansiedad y depresión, mejora de la autoestima, habilidades sociales y de comunicación y asertividad.
La red de apoyo involucra actualmente el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), grupos espirituales y familiares, Universidad de Costa Rica, Vicealcaldía de Liberia, despacho ministerial y el comité de personas privadas de libertad.
“Yo ahora tengo mejores relaciones, puedo expresarme bien, antes vivía escondido en mi mundo, solo vivía para la droga. Dejaba muchas situaciones, ignoraba el amor de mi familia, tengo un hijo de 18 años que no conocí por la adicción. Ahora abrí los ojos, es muy difícil, pero no es imposible”, añadió Rónald.
Para la ministra de Justicia y Paz, Cecilia Sánchez, este es un modelo viable a replicar en el resto de centros penitenciarios. De hecho, instruyó a la Dirección General de Adaptación Social para que lo plantee como una política institucional.
“La Comunidad Terapéutica es un ejemplo porque demostró que, a pesar de las limitaciones presupuestarias, sin aumentar el personal ni la infraestructura, fue posible hacerlo. Lo único que le da sentido a la vida es ponerla al servicio de los demás y tenemos la obligación ética, moral y legal de hacerlo, tenemos que darle la dignidad que como personas no tienen.
”Los privados de libertad son el motor de esa transformación. El querer regresar con sus familias es la motivación para que continúen este proceso. Salir de una adicción no es fácil, pero es de gran orgullo que ellos lo hayan logrado. Confirman que son personas de compromiso, con grandes talentos y habilidades. Llegaron a un centro penal, pero saldrán al mundo de otra manera”, expresó la ministra Sánchez.